viernes, 24 de julio de 2015

SOBRE "LA FIACA", de RICARDO TALESNIK (Versión teatral)


TEATRO Y SOCIEDAD.
REFLEXIONES SOBRE “LA FIACA”, 
de RICARDO TALESNIK
  
 ¿Por qué el poder se impone? ¿Por qué no se puede salirse del sistema, pese a que nos somete a una vida rutinaria e insatisfactoria?
   Por empezar, las causas de la dominación ya están en la familia, que reproduce en su educación los valores del sistema. El personaje de la Madre no tiene desperdicio en ese sentido. Uno, si lee con sentido crítico, puede advertir que se basa en un discurso hipócrita, en un mito que se sabe que no es verdad, pero que se lo acepta si se quiere ser considerado “decente”.
   En ese sentido, es fundamental para aceptarlo, la importancia de la imagen ante los demás. La aprobación de la persona y su comportamiento, de  lo que hace, no surge de las propias convicciones, sino de  “la gente”. También, (¡ni hablar!), la importancia de la opinión de la empresa. ¡Qué va a decir tu jefe!
   El personaje de la esposa, Marta, expone con toda claridad las motivaciones y representación de la realidad de la clase media: si la empresa es importante, da prestigio trabajar en ella. Se gana poco, pero se  obtienen beneficios simbólicos muy valorados para ser considerado de clase media: el campo de deportes, la socialización con otros de su mismo nivel. No es capaz de entender que son estrategias de las empresas tendentes a que el empleado mal pago no se vea a sí mismo como un trabajador explotado, sino como alguien que pertenece a la empresa como una gran familia. El Departamento de Relaciones humanas, creado en los años 60 por las empresas siguiendo el modelo de gestión y control “científico” norteamericano, basado en estudios sociológicos sobre las motivaciones y deseos de pertenencia de los trabajadores, para poder “integrarlos”  a  la empresa, reduciendo así el nivel de conflicto. El que se rebela es porque no se integra. Hay que entenderlo con sus motivaciones y sus crisis, para tratar de integrarlo. El estilo moderno de gestión empresarial pasa por integrar, no reprimir. No echar leña al fuego de la lucha de clases, manejando los conflictos de una manera sutil, con mucho discurso de inclusión y pertenencia…  a la empresa que explota pero te hace sentir bien…
   Esto, a veces, hace aumentar el miedo a perder el trabajo (Marta).
   El autoritarismo tradicional, que en algunos casos (y especialmente en ese período de transición que fueron los últimos 60, en el que se estrenó la obra)también continúa existiendo, sigue haciendo lo suyo para imponerse por el temor (Peralta).
   Y, por sobre todas las cosas, la necesidad económica, que hace fracasar todo intento de rebeldía.
   Pero eso no es todo. La obra también dice cosas muy importantes con ironía, por lo tanto, para entenderla, hay que pensar también no sólo en lo que muestra, sino también en lo que hace ver que falta.
   Lo primero que salta a la vista que falta es madurez para asumir el conflicto. Madurez psicológica. En esas condiciones de adaptación y de resistencias acalladas, en las que el sometimiento se ha impuesto no sólo en la organización de la empresa, sino también en la familia, la “rebeldía” del personaje es una regresión  a la infancia, una fantasía linda mientras dure, pero irreal, y como tal, insostenible. Sobre todo, porque no resuelve el problema de la necesidad económica.
   Madurez social y política. A Vignale ni se le pasa por la cabeza la necesidad de una lucha colectiva, organizando una especie de sindicato de resistencia, para poder darle sustentabilidad económica a algo que podría ser  mucho más que no tener ganas de ir a trabajar y quedarse haciendo fiaca: podría transformarse en un reclamo democrático de una nueva organización laboral, basada en los derechos de los trabajadores. La huelga del personal de la empresa podría ser una posibilidad.
   Algo de esto parece apuntar, tardíamente, en la última parte de la obra. Pero, por un lado, es una actitud que no compromete demasiado a los compañeros de Vignale que se solidarizan con él, yendo a su casa a apoyarlo simbólicamente (en ningún momento dicen que estén organizando una ayuda económica para que Néstor pueda continua su resistencia), seguramente una vez cumplido el horario laboral.
   La actitud del nuevo Peralta, convertido aparentemente en líder ideológico de la resistencia, tampoco es sincera. Aparece después de 15 días, una vez que parece que la empresa estuviera totalmente debilitada, y entonces, recién ahí decide faltar al trabajo, hacer fiaca junto con su amigo, acompañándolo en su “huelga de hambre” forzada… por unos minutos, hasta que vengan los periodistas.  Es significativa la respuesta de Vignale cuando Peralta le exige hace una huelga de hambre.  “—Una huelga de hambre… yo solo?”.     (Me viene a la memoria la frase de don Arturo Jauretche, criticando a los políticos que incitaban a la lucha: “¡Animémonos… y vayan!”).
   Todavía movidos por fantasías y no por un análisis más reflexivo de la realidad, no interpretan adecuadamente el papel de los medios. Éstos quizás puedan crear una imagen de Vignale que despierte solidaridad, pero no pueden reemplazar lo que falta: una lucha organizada por arte de los trabajadores. Esta fantasía hace aumentar más aún las fantasías tradicionales de la manera de ver el mundo de la clase media: el éxito que algún día llega. Y en este caso, la fantasía se vuelve descomunalmente grotesca. Al fin la madre, la esposa y Peralta van a poder conseguir todo lo que soñaron, gracias a la exitosa fiaca de nuestro héroe, obligado a no comer porque ya no le queda ni una miga en el piso.
   Ese mundo de éxitos facilongos a la vuelta de la esquina (en el que se formó el imaginario de la clase media) no les permite entender el sentido de  realidad y la búsqueda de estrategias inteligentes para triunfar en el conflicto por parte de la empresa.  Peralta no interpreta la actitud de la Gerencia de la empresa al frenar el despido de Vignale para no hacerlo quedar como un símbolo, como un héroe, y que piensa encontrarle la vuelta para que retorne al trabajo y todo quede nada más que como una locura pasajera. Por el contrario, Peralta toma esto como la muestra de la derrota de la empresa. Entiende que “los capos están asustados”, y que quieren cuidar la imagen de la empresa. Pero no comprende los planes del adversario, y por supuesto, basándose en una gran fantasía, da por ganada una batalla que en realidad, está perdida. Tampoco entiende que en realidad, Vignale ya está vencido. Vencido por hambre. Y que ya no está en condiciones de luchar, por más que le gustaría.
(A mi juicio, y teniendo en cuenta que Talesnik no era precisamente un ingenuo ni un apolítico, esto podría interpretarse como una crítica a ciertos movimientos de rebeldía social y política de la época, que con un simple discurso ideológico proponían el cambio social y político inevitable, sin tener en cuenta la complejidad de la lucha popular ni los planes del enemigo, al que se lo veía ya derrotado porque estaba en crisis, pero como el sistema estuviera dirigido por descerebrados que no tienen planes para los momentos de crisis. Y si Talesnik no lo pensó, creo que de todos modos es pertinente interpretarlo de esa manera).
   Lo que falta… es lo que esa clase media nunca podrá tener. Porque para organizar un movimiento de lucha social, hay que sentir que uno es un laburante, un miembro de la clase trabajadora.  Cosa que habitualmente la clase media rechaza, con su prejuicio social contra los trabajos manuales (No seremos ricos, pero tampoco somos cualquier cosa…   Además, uno tiene un trabajo limpito, qué se yo…Viene gente importante y uno la puede recibir, sabe cómo la tiene que tratar…, etc. Recordemos una vez más el discurso de Marta cuando le expone a Néstor las razones por las que ella no puede faltar al trabajo. Y que Néstor acepta sin cuestionar: —Está bien, Marta. Vos no podés faltar… )
   Para cerrar: la obra advierte sobre el papel ambiguo, contradictorio de la clase media. Por un lado víctima de la explotación en el trabajo como cualquier otro trabajador, pero por su formación no  está en condiciones de protagonizar hechos demasiado significativos en la lucha social.
   Es decir, como es habitual en el género realista, la mirada sobre la clase media y sus contradicciones no resueltas sirve para mostrar críticamente la realidad de una época, y va acompañada de un humor grotesco, que nos hace reír y pensar… Algo parecido a los Simpson, o a Mafalda. El peligro, como siempre, está en que el entretenimiento no deje ver otras cosas…


Luis F. Gobea

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