viernes, 25 de julio de 2014

ENRIQUE MOLINA. de LOS ÚLTIMOS SOLES (1980)


      TALES EQUÍVOCOS
      DESPUÉS DEL CIELO
      ZONA VEDADA
      LA CACERÍA

II. EL HECHO  DE VIVIR
      COMO DEBE SER
      UNA EXPERIENCIA
      SITUACIÓN FLUIDA
      CORRESPONDENCIAS

III. LA REFRACCIÓN DE LA LUZ
       PAISAJE HABITUAL
       VASOS COMUNICANTES
       LOS BUENOS CONSEJOS
       VARIACIONES
       EN TRÁNSITO
       JUEGO DE ESPEJOS

IV. SÚCUBAS
      SÚCUBA III
     
         
 -ÍNDICE DEL BLOG-

ENRIQUE MOLINA. TALES EQUÍVOCOS

TALES EQUÍVOCOS

Tantos pasos hacia veranos,
tantos lugares hacia mis pasos,
tantas viandas hasta qué hambres,
tantos crujivacilantes pasos hacia besos,
tantos erróneos pájaros desorientados guiando mis pasos,
en marcha hacia la reina arrojada del Edén con su joroba escarlata
la reina de la frustración y el éxtasis–
la que flota en la corriente de sus blasfemias, la que canta sobre la piedra de la tumba,
cubierta de mordeduras,
con el honor de su desgracia.

Tantos pasos hacia cálidas sombras
donde alguien respira,
ondulante y ansioso cuerpo hundido en su fragancia
y su ardiente promesa de ser siempre la playa que nunca volvería a ver.
Tantos pasos hacia el sol y sus amigos:
árboles, flores, cabelleras,
tantos pasos de lápida, o de ir hacia cosas suculentas,
o a tristes disputas, enfermedades,
y nunca
el paso necesario
el único paso que no diste –,
y te hubiera revelado tu enigma, te hubiera entregado sin tasa
la secreta belleza
oculta tras sus pasos.




ENRIQUE MOLINA. LATITUDES POÉTICAS

LATITUDES POÉTICAS

Hay magias de la palabra que respiran el aire
de los campos. La palabra manzana
tiene en ellas un lugar prominente.

Otras son proposiciones para el intelecto,
de filo tan agudo que cortan la sangre
como una leche agria.

Otras tienen poder sobre los viejos días
y escenas de ternura que el tiempo torna crueles,
parejas que se arrullan mientras se devoran.

En otras, gentes extrañas, con mudos reproches,
después de compartir el amor y el desorden,
penden en la oscuridad colgadas del cielo.

(He ahí el rostro que tanto quisiste, labios besadores,
el cuerpo moreno, los brazos tendidos:
es un triste milagro en este encuentro con nadie.)

Otras abren el infierno de la pasión,
mujeres que esparcen un resplandor rojizo
en un desierto caliente por el que flota una iguana.

Un agrio chillido se oye en otras,
las cosas fugan en todas direcciones,
la carne es teatral, sin esperanza.

Todas estas magias devoran fuego,
roen los huesos del que las invoca,
te expulsan de su corazón, lo desamparan.

Magias venenosas, cargadas de decisiones
insólitas, de vidas frustradas:
testimonio de una depredación.


ENRIQUE MOLINA. DAMA GÓTICA DECADENTE


DAMA GÓTICA DECADENTE

No importa la ruina, injurias
en la verdosa luz del bar. La vieja dama
acaba siempre de nacer y se aferra a la vida,
                                              y tiene que haber un antro aún
donde abrir su corpiño con roídas castañas de Navidad.
Ignora que una mano invisible la estrangula
junto al mostrador. Y sólo hay allí
un whisky pedregoso y sin alma que el barman
sirve con labios secos y una cuerda al cuello.

La macilenta dama de ojos de lagarta jamás comprenderá
que está llena de espectros desesperados, su historia
ha sido muy larga y muy loca, y ahora se instala
blanca y majestuosa en su trono, y una hilera
de pájaros calvos pasa volando sobre su cabeza,
de modo que se siente inclinada a cantar,
poniendo los ojos en blanco, una partitura de burdel.

Exaltada por glorias difuntas, caballeros que invoca,
viciosos perritos con nombre de bombón,
en el museo de cera, entre las pelucas
el amor la flagela con ortigas.

Vampira de labios de nata, ávida como una semilla,
en pos de una gota de sangre que reviva su corazón,
así, grandiosa con su rojo baby-doll,
lanza su súplica, un trago más hasta el Apocalipsis,
la última brizna de estar viva.

Que semejante señora se retuerza en su sueño,
en el desierto vals de los murciélagos
con el aullido del drama pasional.
Y extrae deformes cartas de amor, reliquias,
fotografías de la juventud, con la serpiente en el Jardín,
con tanta compasión por sus muslos que crujen
                                               ¡Dios mío!
nunca demasiado tarde contra la negra promesa
de la muerte.


ENRIQUE MOLINA. SE CUMPLE LA SENTENCIA


SE CUMPLE LA SENTENCIA

De aquel cuya tentación perdura siempre,
del ángel del asombro en un desnudo mundo cómplice
                            –pero demasiados años después–
rescato el camarote contrahecho,
en Rotterdam, El Callao, Fort-de-France, Vigo.
Y aquella que proclamó el vino y la violación sobre el césped nocturno
con gente inusitada, reaparece
abandonada por el diluvio ante la mesa de un bar.
Es imposible que conozca secretos,
la reversión del tiempo, el fuego de lo móvil
que pasa de cuerpo en cuerpo, sin esperanza.
Pero la brea va a cubrirla.

Fluye espesa sobre su rostro,
forma con sus cabellos una masa sombría
como los de una mujer extraída de un volcán,
                                          invade sus pechos,
el cuerpo eclipsado por esa substancia cruel,
con inconclusos sueños, con balbuceos que no dijeron nada.
Ahora la cubrirán de plumas de acuerdo con la costumbre.
Antigua costumbre de buscadores de oro,
pero su boca aún sonríe,
sus besos alzan en la noche una pirámide de brasas,
dinastías de amores en la pocilga, insólitos,
y las palomas de barlovento mugen cada amanecer en mi ventana,
en memoria de la Gran Pájara de las olas.
¿Y quién descifra lo que poseyó y perdió
y regresa con un brillo consumado, con memorias ajadas,
en una región que las palomas de barlovento,
puercas como reinas de la basura,
cubren de inmundicias...?

ENRIQUE MOLINA. DESPUÉS DEL CIELO

DESPUÉS DEL CIELO

Ese sol que ella rige es el pan y la sopa,
con esmaltadas unas rojas maneja el fuego de los condimentos, deleites
de fatigados comensales al son de la tribu,
substancias nutritivas que huelen y humean.
                                                       Día a día
es fiel a su evangelio de moscas, a sus mandamientos
de carne asada, pescado frito, papas hervidas, vinos.
El sexo abisal del agua y praderas doradas.
O quizás muda y solitaria yace bajo las fuentes,
                                                      con una dolorosa sonrisa,

cuando el oscuro viento del sueño sopla en su hornalla
al compás de la radio, premios del Concurso de Belleza,
estúpidas conversaciones de comadres entre cajones de huevos.
Se oyen pasos y voces en la casa, se acercan y se pierden
en el fondo de un cielo recubierto de cáscaras.

Por la ventana, en la cocina, a veces,
con un anillo de oro, un señor blanco y obsceno
                                   –que no existe en el mundo–
le hace señas tan lejos y la invita a bailar bajo la lluvia.
Y la música fluye
entre los ajíes y el sordo furor de la mostaza,
porque la vida es famélica y ella ignora a qué muerte alimenta,
a qué insaciable hambre de payaso,
con su tortilla que se desvanece a la luz de un relámpago.

La obedecen también muebles, escobas, camisas;
las frustraciones cotidianas son polvo o caricias baldías;
su arte es suculento y fatal, arde en los huesos,
hace brillar el atún y los largos fideos
para el que ronca su súplica a lo largo de la noche,
porque ella es la reina del hogar, de empapada lengua.
                                 Es el orden
de la mujer, misterioso y monótono
desde el fondo de la dicha perdida.
    
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ENRIQUE MOLINA. LA CACERÍA / ZONA VEDADA


LA CACERÍA

Ciertas andanzas, en una u otra dirección, entonces, hacia las islas, regido por las moscas, lejos de los santos, hombre de oscuros vaticinios, con la lengua rajada y la vista perdida en un brillante,
hacia qué sensaciones, los huéspedes gimiendo al sol, abanicados por las palmeras, con las delicias de la pereza de labios entreabiertos,
hacia qué dársenas, desalojos, asilos de súbitas mutaciones, hacia qué ferias donde se trafica con risas, paisajes enviciados, cabelleras de olores violentos y sin consuelo, despojos de lluvias, en hoteles conmovedores, más pálidos que la sal, y mi sistema óptico pernicioso, captor de súcubos y esplendores entre las llamas de la médula.

Y ella cada vez más lejana, junto a mí, enardecida por la luz de la noche, en los comedores, ante un plato, una botella de vino a la deriva, y las gaviotas levantan vuelo del mantel hinchado por el viento, graznan con tanta tristeza, las pobres...
Y siempre entre ella y yo crece una jungla, monos, el océano, escenas de purgatorio jamás aceptadas.
Entre ella y cada abrazo, y cada desesperado don de esta vida, emergen montañas, familias con miembros enyesados e injurias, donde el tiempo
en el torbellino de mis venas
crepita cada vez más hambriento.

¡Oh, entonces medía con besos el terror de aquellas glorias oscuras!

ZONA VEDADA

Como quien dice con pálidos labios: “Estoy
cansado de la vida”
                                       se pierde de pronto
la gracia de ser hechizado por una mosca o una gota de lluvia,
intratable y sonría vuelve del río la luna de la infancia
y las bellas seducen por una gran tristeza.

                                     Se extingue mi vista.
Las magias del tactos, con lentos reverberos misteriosos,
desaparecen en la memoria, entre el día y los sueños,
es decir, se desgasta la vida, como si en este inagotable combate
el aria de un alma con la infinita tentación de las cosas–
hubiera perdido la partida.
                                       Sin embargo
juro que nunca en este planeta indescifrable.
En este zoodíaco de infalibles mujeres con los relámpagos de la lujuria,
pájaros y países, injusticia y horror,
he dejado de amar un instante cada partícula y sol de estar vivo,
con mis humildes dioses de fruta o de huevo,
o ese otro de lengua tentadora, que pierde siempre la cosecha,
dioses de carencia o de súplica, de agua que fluye o ascuas que se dispersan.
                                     Pero nunca, en tal antro de sangre,
en tales galaxias de besos,
en este fascinante temporal de destrucciones
he renegado de mi oscuro latido o “Estoy cansado de la vida”.
                                   Nunca.



ENRIQUE MOLINA. UNA EXPERIENCIA



UNA EXPERIENCIA
 
I

Extraño fue vivir,
penetrar en la noche, amanecer,
el amor, el olvido.

Realicé actos insólitos,
pasarme la mano por la boca, tocarme una oreja,
dormí en lugares clandestinos,
¡oh Dios mío!, encendí fuego, atravesé
la densa espera de los matrimonios
cargada de plegarias
por lo que fluye, por lo que se aleja.


Circulé en medio de mujeres pintadas,
me despedí, oí gemir y hablar de muerte
y cantar en la sangre, en su vuelo
sin justicia, sin perdón, sin piedad.


¿Cuántas puertas se abrieron?¿Qué tierra se ofreció?
Besé cuerpos tibios y poderosos, llenos de hechizos,
ornados con pulseras y collares,
con medias transparentes,
con una súplica amenazadora, con una sentencia,
con un perfume peligroso en la nuca.

Estuve al sol, con mi extraña condición,
en ciertas músicas, en aposentos.
Ignoro a qué poderes he servido,
no sé si mi vida fue de flor o de miedo.


Un mundo donde se está solo, se implora
en la infinita oscuridad de las cosas,
entre la gente de mirada impávida,
entre recuerdos de tortura.


II

He estado en lugares donde invadió la langosta,
en los que había caballos, perros, vacas,
en fin, seres y cosas
en poder de una bruja polvorienta.


Tras un mudo homenaje
he despedido a un muerto
con exaltada furia
por la luz insondable de las venas.
He sido idólatra, he bebido, he soñado.
Manejé un abrelatas, vi aparecer
en el envase
viscosos tentáculos, un haz de calamares
con un terror supersticioso
por esas formas del delirio.
Pelé una naranja, con un corto cuchillo,
un sol frutal
del que manaba un líquido dorado, que se escurría
por los largos bucles
de la Venus naciendo de las aguas, de Boticelli.
Estuve oculto
bajo los besos, bajo los adioses,
en la sal amarilla de la vida doméstica.
Sentí manos acariciantes
resbalar por mi cuerpo
o blancas piernas me enlazaron
en la piedad de su poder desierto.
Estuve en los límites infranqueables
de la mujer,
en todas las discordias del corazón.


No sé dónde he estado.



ENRIQUE MOLINA. SITUACIÓN FLUIDA


SITUACIÓN FLUIDA

Llego a mi casa
en la que hay flores, despedidas, retornos,
ceremonias conyugales, ausencias,
ropas que duermen y se levantan, por años,
con las costumbres de mi raza.

Me observa con cierto desdén,
aunque no parece importarle
la mosca verde que circula
en su cabeza transparente.

¿Qué beso quiere recordar
con su triste sangre de amnesia,
qué desenlace, qué catástrofe?

Parecería exasperado,
es sólo la huella de un pie,
se oye música en la vecindad,
emigran para siempre las hojas.

Aspira a la virtud, se enternece,
¡y ese imprevisible vino
con su sabor a último trago!
Besa el mantel, se seca una lágrima,

encuentra muy extrañas sus manos,
pero es tan sólo su mitad:
la otra mitad quedó en la lluvia
donde fue feliz algún día.



ENRIQUE MOLINA. CORRESPONDENCIAS


CORRESPONDENCIAS

Sueño, tal vez,
con esta cama donde duermo,
me he desvestido en otro sitio,
hay músicas aquí, algo que ondula,

enormes cosechas de hibiscus y mariposas
en la selva del Aduanero, verde y turquesa,
y no algo imaginario sino un canto de flauta
que sopla la encantadora de serpientes;

y redes chorreantes, extraídas del mar,
vaciadas por las pescadoras gigantas
botas de goma y manos enrojecidas–
mientras la encantadora de serpientes

insiste en su melodía ritual,
el tiempo perdido con ojos de fantasma,
pero ahora esa mujer insólita
es el lugar donde vivo, la lámpara,

todo cuanto alberga este cuarto,
la cama involuntaria, el sentimiento
de la extraña plenitud de jamás,
zapatos, mis libros, un paraguas.

Acaso la luz son tus labios,
¿y su torso, entre los juncos,
al borde del río donde vibró la flauta,
a qué corresponde en la mesa tendida?

¿Al rumor de las conversaciones?
¿Al hilo de humo que sube de los platos?
¿Y cuáles son sus vínculos
con el viento que sopla en la ventana?



ENRIQUE MOLINA. SE VA SIEMPRE MUY LEJOS


SE VA SIEMPRE MUY LEJOS

El ómnibus se escurre y el clima de la ruta
cambia el sol y la luna por mi sangre y mi aliento,
entrega sus lugares fanáticos,
entre montañas, entre bananeros
sólo un momento para devorar un sandwich–
viajamos juntos hacia el mar:
ya todo está listo para el funeral del recuerdo.

Hay una casa magra, con ardientes mosquitos,
bendita por las bodas del deseo y la lluvia.
Entre los vivos y los muertos
por la ventana se ve el pequeño muelle,
mujeres con canastos de corvinas,
a la siesta a ella le gusta dormir en el suelo, sobre una estera:
ya todo está listo para el funeral del recuerdo.

Hay un campo que brilla
y el niño que yo fui con el pasto y la tierra
vuela con lentos círculos en el cuarto de planchar
donde indolentemente la joven mestiza entreabre su bata
y el sudoroso resplandor de su carne
se alzó hasta mi alma como un pájaro húmedo.
No niegues ahora una plegaria a esa sierva lasciva
que hizo de ti una criatura deforme con una llama en la boca:
ya todo está listo para el funeral del recuerdo.

Y ahora, amor mío,
a ciegas por el largo camino de tu cuerpo,
tanta vida desdobla sus vertientes ambiguas,
quizás ternura, quizás terror:
ya todo está listo para el funeral del recuerdo.


ENRIQUE MOLINA. PAISAJE HABITUAL


PAISAJE HABITUAL

La vi levantarse a la mesa,
ir de una habitación a otra,
más tarde acostarse,
pero antes
lavar la pálida flor de sus cabellos bajo la canilla,
fases lentas, caminos que se juntan,
comer, dormir,
lentos hilos que alguien maneja a la luz del olvido,
lavar la pálida flor de sus cabellos bajo la canilla.

Volverá a hacerlo otra vez,
cuerpo tibio, oscuro abandono
su perfil en la almohada
es también el suspiro de algo que se desvanece.
Al despertar mira en torno con asombro,
comer, dormir,
lavar la pálida flor de sus cabellos bajo la canilla.


ENRIQUE MOLINA. VASOS COMUNICANTES

VASOS COMUNICANTES

Por la puerta entreabierta hacia la pieza vecina
puede verse el pantano que cubre la habitación,
sobre el que vuela un pato, hasta perderse de vista,
la niñita, de una expresión absorta y ausente a la vez,
habla con las hormigas, las observa con atención
mientras salen de un orificio.

¿Quién vive ahí?
El funeral se realizó sin que nada cambie,
el muerto fue llevado en silencio, con heredadas plegarias.
Muy de tarde en tarde se oyen pasos, es alguien que llega
o alguien que marcha al trabajo, quizás.


-ÍNDICE DEL BLOG-

ENRIQUE MOLINA. LOS BUENOS CONSEJOS


LOS BUENOS CONSEJOS

Sé dócil, una ciega presencia, sin perder el arrullo
de tu íntima ferocidad
cuando entrecierres los ojos con una incierta sonrisa.
En tu boca hay pasión y negrura; y algo desolado en tu lengua.
Y cuando los besos descienden hacia tu hendido cuerpo
el hondo poderío del mundo reclamará su presa,
serás seducida con olvido y locura.
Acéptalo.
Otras voces, frases desconocidas, llorarás
tan cerca, tan lejos
de quien descubre azorado tu esplendor bajo sus labios.
¿Ves el fantasma de la monja desnuda a lo largo de un claustro, a la luz de la luna?
Oh, pero tú eres de carne, de carne imprevisible y voluptuosa.

Entreabre el jardín de harina sombría de tu cabellera.
¿Hasta dónde irás?
Obedece a la mano que te acaricia:
conviértete en reina.
Musítale al oído a tu pareja tus promesas errantes:
deja que hagan de ti una constelación.

ENRIQUE MOLINA. SÚCUBA III


SÚCUBA III
 
    El asunto es proseguir la historia, en la que ella es sólo ausencia, cicatriz. Su forma apasionada tiene un extraño significado, su proximidad conduce sin fin a lo que fue, a casas rotas, a la playa peruana donde van a morir los pelícanos, el oscilante pico ya sin fuerza, los ojos velados y los niños rematándolos con piedras y palos, como si toda lejanía formara parte de su cuerpo. Mientras se desnuda aparecen los rostros clandestinos del olvido en los que apenas se reconoce, su abrazo en un vasto patio circular que se pierde de vista en todas direcciones, en lo irreconocible, con sus silenciosos besos.

   La corriente de su boca deslizándose siempre hacia atrás, de piedra en piedra en piedra, interminable, emanando de encuentros desesperados de otro tiempo, ciego e irreversible, y brilla la gente remota sentada alrededor de la mesa, con pálidos colores, presidida por una mujer sin rostro, oscura e inmóvil.


jueves, 24 de julio de 2014

ENRIQUE MOLINA. de LAS BELLAS FURIAS (1966)


    GEOGRAFÍA
    LOS AMANTES
II.  UNAS OSCURAS ALAS DE MUJER

MEMORIAL INDOLENTE

III. ADIOSES


   
 

    

 
   -ÍNDICE DEL BLOG-

ENRIQUE MOLINA. LA VIDA NOVELESCA


LA VIDA NOVELESCA

El establecimiento junto al mar con ratas hechizadas
La pálida ventosa de la luna en las habitaciones
Catálogos de comidas y susurros obscenos
Los negros
Bailaban los domingos en el piso de abajo.
Corola de vaginas cálidas y el zapateo de la locura
A través de los muros
En la oscura voluntad de la costa.
Y a punto de estrangularnos
Semejante melodía deslizándose hasta el sueño del mar próximo
Y la alcoba en lo alto como un alcatraz en plena ráfaga
Mientras tantos personajes pasionales
Se alejaban por fin cambiaban sus secretos
sobrevivían
Al piano de pronto helado y cubierto de pájaros muertos.
¿Pero acaso no éramos los únicos huéspedes
Capaces de vivir del desierto
Con su errante esplendor de miseria y sus mobiliarios inflados por el viento...?
No temas ahora:
Ya todo está juzgado y nuestra sangre tiene el olor de la tierra para siempre.

Un lugar para nupcias sin duda. Una guarida
Para fornicar y sentir el adiós de las nubes
En un graznido de gaviotas.
Un lugar
Para extraer de nuestras venas
Imágenes entrelazadas bajo la luna
El indolente río de besos viciosos
Fluyendo hacia los bajíos en la noche.
Después
Apenas reconocíamos nuestras bocas
Y ni creíamos morir pues sólo existían aquellos pescados enormes
Siempre idénticos
Una rutina inmóvil como un espejo de la eternidad

(Me he hospedado contigo en un farol en un grito en una humareda en una laguna y en cementerios entrevistos entre la maraña de un viaje
¿Quién da vuelta los rostros y pone al descubierto el país venenoso que se desliza por las piedras como una serpiente...?
Me he hospedado contigo en una brasa en una guitarra en una mancha de moho y en los pechos de una mulata cuya risa nutría de fulgores la caridad frenética del verano.
Me he hospedado contigo en refugios infames y orgullosos cubiertos de designios abandonados.
En una mosca en una disputa en una red chorreante y en el trote de un caballo en el fondo de algún pueblo dormido.
En un huaco con cabeza de perro en un aljibe en una cuchara de madera y en un ramo de papel sobre un altar manchado de cera con sus adoradores ebrios agasajando a un santo ebrio cuya festividad giraba en la atmósfera como una pobre brasa desprendida desde el más alto desamparo del cielo.
Me he hospedado contigo en el silbido de unas casuarinas que señalaban con su aullido la fuga de los valles y los esteros inmensas evasiones de estrellas y perfumes.
En un vidrio de tren en una hoguera remota y en un albergue contaminado por la lluvia cuyo patrón hipnotizado hacía pasar las almas a través de botellas y guitarras.

Tal vez en un sollozo o en un puñado de tierra férrea junto al umbral de toda ausencia.
Y de todo ello me ha quedado el sabor de la vasta hospitalidad del planeta
La huella de sus garras acariciadoras
Sus cicatrices
de largas esperas
de hermosas frustraciones
de largas despedidas.)


Ahora bien
El viejo narcótico de las palmeras
Y de nuevo el sol en su púlpito salvaje
Expandiendo su fe de avasalladores sexos y labios
Y torturas
¡Oh, corazón envuelto en los mapas
Del mundo! Tus pechos
Pasaron como una oleada de flores
En la oscuridad. Una súplica de ciegos órganos
Músculos anillos magias tambores
Y la escollera
Penetrando profundamente en las raíces del cielo
Con aves y aguas. El ronco colmillo de piedra
Hundido en su fragua líquida
Y el desolado furor de aquellos cuerpos
Hasta dilatar la realidad con un extraño poderío
Más allá de la espuma de los besos y las viejas sentencias de la tierra.

Aquí estoy desgarradoramente rico y sin embargo
En el errante hospicio de la lluvia
Una vez más.
Y una vez más
Junto a una tumba un rostro o un andén de cuyos bordes
Qué labios misteriosos musitan su promesa
Qué país cae como una inmensa fruta
Mientras continúo adorando a los demonios de la luz
Y sus vinos erróneos.


Hermoso paraje –me repito–. Inútil fingir olvidarlo
Con los derrumbes del acantilado los amigos y el tiempo cerrándose
Tantas metamorfosis
Tantas mutilaciones de calendario
Tanta belleza con sus negros erizos y su lepra
Y esa secreta nota de terror casi monótona que prolongaba nuestros lazos con las grandes combustiones del día
Y las trampas voraces del oleaje.


La indescifrable vida lejos.


ENRIQUE MOLINA. TESTIGOS PERDIDOS


TESTIGOS PERDIDOS

Óyeme:
Criatura de pasión y abandono con labios de mil noches que no quieren morir
Dilapidada ante la esfinge del pan y del agua
De un país lacerado por la memoria
De adiós en adiós de sombra en sombra la ruta se prolonga hasta las islas somnolientas de tu cuerpo
Las mejillas doradas y la increíble maleta sobre la tierra
Entre las comisuras del hotel
Tantas frases de amor y de odio
Y en la playa las pescadoras sobre sus trenzas chorreantes bañándose en el amanecer
Con el escalofrío de sus toscas camisas
Una blanca águila de espumas con senos palpitantes para las leyendas del viento
En la impalpable mutación de mi sangre
Faz intrusa de la bahía espiando desde el balcón nuestros amores sobre el petate
Y tú mi ciencia de extravío
Haciendo desparecer esos personajes de la extrema alegría en las ceremonias ambiguas
Que ligan la tierra y el sueño
Los ídolos vagabundos que sustentaron mi fanatismo y mi debilidad


Óyeme:
Perdida hechicera del perfume del viento en la estación inconmensurable
En el perpetuo conflicto
De beso y ausencia de agonía y furor
Más allá de la parálisis en tu cueva de llamas abrías el jardín del desayuno entre las sábanas
Y el pozo blanco y sin fondo del pan en la espesura matinal de los besos
El talud ha desaparecido pero en lo profundo de un reino sin tregua
Yo hubiera querido seguir balbuceando ante los restos de un amor devorador
Yo con una manzana nefasta y labios de forajido
Cada ribera deshaciéndose cada pájaro de paso cada sonrisa con la noche cada objeto en pleno vuelo
Instalados como el infierno en una belleza insalvable


Óyeme:
Gran sombrero de paja en llamas del pequeño vendedor de mangos en la escollera
Mercaderías fáusticas altares de la costa
Con fuego y polvo han sido creados estos huacos de imágenes obscenas que sellan vínculos meteóricos
La ciega dulzura de estar vivo en un circo de formas feroces modificadas a cada latido mientras camino a lo largo de los médanos con el pecho constelado por un oro demoníaco
Ese irrisorio antro de cinc de la Aduana deja pasar sin embargo tanta miseria
Tanta mirada ausente
Para esas almas de escándalo que desarraigan a sus hombres con magias confusas
Mordiendo sus lenguas
Con apariciones de voz negra que hablan un idioma encarnizado y húmedo de equinoccio


Óyeme:
Sexo azul de mujer cuando impones tu autoridad y tu fuerza en cualquier límite de estrellas
Entre los movimientos del verano y las sorpresas de una tierra que entrega sus secretos
A la luz del delirio
Oh amante desconocida apostada en los más altos vientos a mi espera
Hacia la irrealidad y la decrepitud
Pero aún prisionera de estos veloces vuelos de alcatraces


Vosotros sois testigos –mujer de antaño virando hacia otras dichas–
Paisajes tatuados sosías sin identificación ni esperanza inventario de viejos sortilegios de mi vida– de que algo inmenso y desvastador
Como una lámpara que se desborda
Como el diálogo de un dios con el huésped de un burdel del olvido
Sobrepasaba instante por instante mi ser oscuro
El terror
El ansioso torbellino de venas de un hombre desconcertado por la presión de su aliento