La corriente el astro la astucia de la lluvia hace girar sus hélices
descubre sus altares de travesía donde canta la
alquimia cuando pasa de pronto una confesión de tierras y axilas oceánicas
de fangos de piel de reverbero y de saurio y alza su máscara de nubes y
helechos en el centro blanco del olvido
con el fulgor de la marea en el torso sudado del estibador en la bodega
del trópico y ese teclado irresistible
de pájaros que expanden su alcohol de fuga en todos los sentidos
esos altos velámenes que silban en el día
¡esas gargantas y senos y espaldas con la miel de la noche cuando se
desnuda como una loca en la luz de
todas sus ventanas errantes para la belleza salvaje de la tierra!
¡Lluvias! Tensas como la geometría
verdes como la dicha de los bosques
buscadoras de muertos y de tesoros vagos
propalando el paisaje como un vicio del alma una droga cuyo perfume
enerva a las sirvientas insomnes de la
estación
que lavan cada hoja del instinto cada ademán cubierto de pronto de aguas
y balidos
cada rostro con la herida del cielo
donde fluye su aceite misterioso el tótem vivo de la tristeza corazón de
piragua
y de tan lejos la lámpara del hotel a través del follaje
y de tan lejos un halo de sábanas que se entreabren con una pereza de
sierpes de caricias
con un poderío de mulatas que emergen de la siesta
idiomas orgullosos espacios armados de gruesas flores vagabundas
rememorando en sueños la manzana pálida de la convalecencia
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