EL QUE FUI SURGE A VECES
El que fui surge a veces como un gran espacio barrido por un viento
inmemorial,
las membranas del cielo vibrando en su corazón como un río,
un desastroso desconocido que se interroga en su lengua bulliciosa,
íntimamente cercano sin embargo y lleno de miseria,
gime en un asilo de helechos, su plegaria en un país desorientado,
sólo ligeros remolinos son las casas donde su piedad se instaló,
de ellas parten senderos inexplicables y sus muertos se sientan a la mesa
presentes como dioses.
Así pasan viajeras que trepaban veloces por las llamas del sueño
o desnudas en su propio esplendor,
aliñando sus cabelleras untadas de miel cuando despliegan las alas,
siempre extranjeras en brazos de todo amante, siempre remotas,
a pesar de sus juramentos estériles como piedras,
salieron a ser devoradas por la inconstancia de la tierra,
enjoyadas de ira o lujuria,
desvanecidas en viejos sillones o entre reliquias,
con el martirio entre sus fosforescentes objetos de tocador
hasta que el rocío de sus bocas se pierde en la hierba,
y junto a ellas el hombre tembló al contemplarlas dormidas
sólo atrapadas por vínculos de plumas,
sus altos tacones resonando sobre la tumba, con voluptuosos peinados
llenos
de luciérnagas.
Y ahora cuando las cosas rociadas de fuego huyen hacia la sombra
violadora
el que fui es cada vez más misterioso,
disperso en su dicha profana hasta el polvo sin consuelo,
la naranja flotante que golpea contra los pilones del pequeño
embarcadero en el río,
el largo reguero de aves migratorias que en otro país volaron sobre mi
alma días enteros
en pos de las grandes sinfonías solares que las enardecían
y hacían brillar de locura en sus ojos redondos y fijos.
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