TAMBIÉN
NOSOTROS
Sí, zarparemos
en los últimos barcos.
Al mar también
le duelen las piedras que lo ciñen,
cuando su ronca
cólera no basta
a estremecer la
muerte del pequeño marisco.
Apartadme de mí,
de mi larga estadía.
Siempre el
rostro y las manos, el sueño y el espejo.
Podrías
recordarme como al humo:
para eso hay
muelles de dulce declive.
Eternas
criaturas de la tierra,
seguiremos
andando debajo de las flores,
con ligeras
estrías azules en el hombro.
Y acaso
reconozcan nuestros nietos por su pelo arbolado,
por sus ojos de
tristes nadadores,
y su manera de
decir: “Otoño...”
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