jueves, 24 de julio de 2014

ENRIQUE MOLINA. LA VIDA NOVELESCA


LA VIDA NOVELESCA

El establecimiento junto al mar con ratas hechizadas
La pálida ventosa de la luna en las habitaciones
Catálogos de comidas y susurros obscenos
Los negros
Bailaban los domingos en el piso de abajo.
Corola de vaginas cálidas y el zapateo de la locura
A través de los muros
En la oscura voluntad de la costa.
Y a punto de estrangularnos
Semejante melodía deslizándose hasta el sueño del mar próximo
Y la alcoba en lo alto como un alcatraz en plena ráfaga
Mientras tantos personajes pasionales
Se alejaban por fin cambiaban sus secretos
sobrevivían
Al piano de pronto helado y cubierto de pájaros muertos.
¿Pero acaso no éramos los únicos huéspedes
Capaces de vivir del desierto
Con su errante esplendor de miseria y sus mobiliarios inflados por el viento...?
No temas ahora:
Ya todo está juzgado y nuestra sangre tiene el olor de la tierra para siempre.

Un lugar para nupcias sin duda. Una guarida
Para fornicar y sentir el adiós de las nubes
En un graznido de gaviotas.
Un lugar
Para extraer de nuestras venas
Imágenes entrelazadas bajo la luna
El indolente río de besos viciosos
Fluyendo hacia los bajíos en la noche.
Después
Apenas reconocíamos nuestras bocas
Y ni creíamos morir pues sólo existían aquellos pescados enormes
Siempre idénticos
Una rutina inmóvil como un espejo de la eternidad

(Me he hospedado contigo en un farol en un grito en una humareda en una laguna y en cementerios entrevistos entre la maraña de un viaje
¿Quién da vuelta los rostros y pone al descubierto el país venenoso que se desliza por las piedras como una serpiente...?
Me he hospedado contigo en una brasa en una guitarra en una mancha de moho y en los pechos de una mulata cuya risa nutría de fulgores la caridad frenética del verano.
Me he hospedado contigo en refugios infames y orgullosos cubiertos de designios abandonados.
En una mosca en una disputa en una red chorreante y en el trote de un caballo en el fondo de algún pueblo dormido.
En un huaco con cabeza de perro en un aljibe en una cuchara de madera y en un ramo de papel sobre un altar manchado de cera con sus adoradores ebrios agasajando a un santo ebrio cuya festividad giraba en la atmósfera como una pobre brasa desprendida desde el más alto desamparo del cielo.
Me he hospedado contigo en el silbido de unas casuarinas que señalaban con su aullido la fuga de los valles y los esteros inmensas evasiones de estrellas y perfumes.
En un vidrio de tren en una hoguera remota y en un albergue contaminado por la lluvia cuyo patrón hipnotizado hacía pasar las almas a través de botellas y guitarras.

Tal vez en un sollozo o en un puñado de tierra férrea junto al umbral de toda ausencia.
Y de todo ello me ha quedado el sabor de la vasta hospitalidad del planeta
La huella de sus garras acariciadoras
Sus cicatrices
de largas esperas
de hermosas frustraciones
de largas despedidas.)


Ahora bien
El viejo narcótico de las palmeras
Y de nuevo el sol en su púlpito salvaje
Expandiendo su fe de avasalladores sexos y labios
Y torturas
¡Oh, corazón envuelto en los mapas
Del mundo! Tus pechos
Pasaron como una oleada de flores
En la oscuridad. Una súplica de ciegos órganos
Músculos anillos magias tambores
Y la escollera
Penetrando profundamente en las raíces del cielo
Con aves y aguas. El ronco colmillo de piedra
Hundido en su fragua líquida
Y el desolado furor de aquellos cuerpos
Hasta dilatar la realidad con un extraño poderío
Más allá de la espuma de los besos y las viejas sentencias de la tierra.

Aquí estoy desgarradoramente rico y sin embargo
En el errante hospicio de la lluvia
Una vez más.
Y una vez más
Junto a una tumba un rostro o un andén de cuyos bordes
Qué labios misteriosos musitan su promesa
Qué país cae como una inmensa fruta
Mientras continúo adorando a los demonios de la luz
Y sus vinos erróneos.


Hermoso paraje –me repito–. Inútil fingir olvidarlo
Con los derrumbes del acantilado los amigos y el tiempo cerrándose
Tantas metamorfosis
Tantas mutilaciones de calendario
Tanta belleza con sus negros erizos y su lepra
Y esa secreta nota de terror casi monótona que prolongaba nuestros lazos con las grandes combustiones del día
Y las trampas voraces del oleaje.


La indescifrable vida lejos.


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