DESPUÉS DEL CIELO
Ese sol que ella rige es el pan y la
sopa,
con esmaltadas unas rojas maneja el
fuego de los condimentos, deleites
de fatigados comensales al son de la
tribu,
substancias nutritivas que huelen y
humean.
Día a día
es fiel a su evangelio de moscas, a
sus mandamientos
de carne asada, pescado frito, papas
hervidas, vinos.
El sexo abisal del agua y praderas
doradas.
O quizás muda y solitaria yace bajo
las fuentes,
con una
dolorosa sonrisa,
cuando el oscuro viento del sueño
sopla en su hornalla
al compás de la radio, premios del
Concurso de Belleza,
estúpidas conversaciones de
comadres entre cajones de huevos.
Se oyen pasos y voces en la casa, se
acercan y se pierden
en el fondo de un cielo recubierto
de cáscaras.
Por la ventana, en la cocina, a
veces,
con un anillo de oro, un señor
blanco y obsceno
–que no existe en el mundo–
le hace señas tan lejos y la invita
a bailar bajo la lluvia.
Y la música fluye
entre los ajíes y el sordo furor de
la mostaza,
porque la vida es famélica y ella
ignora a qué muerte alimenta,
a qué insaciable hambre de payaso,
con su tortilla que se desvanece a
la luz de un relámpago.
La obedecen también muebles,
escobas, camisas;
las frustraciones cotidianas son
polvo o caricias baldías;
su arte es suculento y fatal, arde
en los huesos,
hace brillar el atún y los largos
fideos
para el que ronca su súplica a lo
largo de la noche,
porque ella es la reina del hogar,
de empapada lengua.
Es el orden
de la mujer, misterioso y monótono
desde el fondo de la dicha perdida.
-ÍNDICE DEL BLOG-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario