LOS BUENOS CONSEJOS
Sé dócil, una ciega presencia, sin
perder el arrullo
de tu íntima
ferocidad
cuando entrecierres los ojos con una
incierta sonrisa.
En tu boca hay pasión y negrura; y
algo desolado en tu lengua.
Y cuando los besos descienden hacia
tu hendido cuerpo
el hondo poderío del mundo
reclamará su presa,
serás seducida con olvido y locura.
Acéptalo.
Otras voces, frases desconocidas,
llorarás
tan cerca, tan
lejos
de quien descubre azorado tu
esplendor bajo sus labios.
¿Ves el fantasma de la monja
desnuda a lo largo de un claustro, a la luz de la luna?
Oh, pero tú eres de carne, de carne
imprevisible y voluptuosa.
Entreabre el jardín de harina
sombría de tu cabellera.
¿Hasta dónde
irás?
Obedece a la mano que te acaricia:
conviértete
en reina.
Musítale al oído a tu pareja tus
promesas errantes:
deja que hagan de ti una
constelación.
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