jueves, 10 de julio de 2014

ENRIQUE MOLINA. POEMAS SIETE, DIEZ Y TRECE



POEMA SIETE

Sobre el viejo recolector de pedruscos
se posa un pájaro,
sobre el hombre de los tatuajes
cristalizan las aguas de tantas travesías,
rudas orgías, ceremonias para partir,
lujuria y avidez en un reino sin pausa.
En vano intenta ver su imagen:
¿sentado junto al fuego? ¿dormido en la cueva?
¿en donde está ese antro, esa promesa?
¿en qué totalidad indecible de un sueño?
Una mujer semidesnuda sale del monte,
y el hombre a quien el mundo enardeció,
con la arena, con la miga del pan, con la piel de
las cosas
deja un mensaje para nadie,
penetra a su propia soledad, a su tormenta.

POEMA DIEZ

Las estatuas de sal que tanto hemos amado
tras el gemido de Sodoma y Gomorra,
sus cuerpos se deshacen si las ciñen tus brazos.
Amantes desoladas como un paisaje ciego,
en cuyos pechos, recién salidos del océano,
nacía la sed. ¿Pero qué maldición cayó sobre ellas,
sino la maldición a las bodas de la carne y el sueño,
cuerpos y ceremonias, cabelleras y susurros
en los tibios secretos de la noche,
deslumbramientos de la travesía?
Todo cuanto la urdimbre sombría del pecado
condena: la pasión, la poesía, la línea del amor
grabada en la palma de la mano, el linaje
de increíbles amantes fundidos en su propio laberinto.
Sin embargo, en la más luminosa estela del corazón
donde nada es mentira,
perdura la gloria de esas paras mujeres orgullosas,
blancas como la muerte, con rouge en los labios.



POEMA TRECE

Bien sé cómo es ella, secreta y perversa
como un ángel del bosque, se hunde
en mi sangre, canta en la noche
como un río que corre debajo de las piedras.
Pero lo que invoca, lo que rescata,
está más allá de la piedad de sus besos,
vasto como el sueño, tormentoso
como su cuerpo lascivo.
Lo que se alcanza de sus confesiones
desnuda los deseos, súplicas, un vuelo
hacia cuerpos solares en un cielo mortal.
El viento es tibio en sus cabellos,
en su garganta herida. Todo en ella
es insomne como su latido desdeñoso,
consagrado a las grandes singladuras de Ahab.
Nunca llegará donde la esperas, en una quemadura,
en un altar demente de memorias perdidas
o aves migratorias. Nunca llegará.
Cuando trae la bebida de los náufragos
se escurre
entre los grandes secretos de su sueño.

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