SÚCUBA III
El asunto es proseguir la historia,
en la que ella es sólo ausencia, cicatriz. Su forma apasionada tiene
un extraño significado, su proximidad conduce sin fin a lo que fue,
a casas rotas, a la playa peruana donde van a morir los pelícanos,
el oscilante pico ya sin fuerza, los ojos velados y los niños
rematándolos con piedras y palos, como si toda lejanía formara
parte de su cuerpo. Mientras se desnuda aparecen los rostros
clandestinos del olvido en los que apenas se reconoce, su abrazo en
un vasto patio circular que se pierde de vista en todas direcciones,
en lo irreconocible, con sus silenciosos besos.
La corriente de su boca
deslizándose siempre hacia atrás, de piedra en piedra en piedra,
interminable, emanando de encuentros desesperados de otro tiempo,
ciego e irreversible, y brilla la gente remota sentada alrededor de
la mesa, con pálidos colores, presidida por una mujer sin rostro,
oscura e inmóvil.
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