LA ARENA
Blanca, consumida por la alquimia y la sal,
tendida en su lecho virgen bajo las alas de la luna
deja caer su velo de novia
para cubrir al señor de los náufragos.
Y no olvides que también es mortaja.
Tortúrame, arena,
con el auto de fe del sol en la bahía,
arráncame frente al océano mi última confesión.
Labios sin dogma
al pie de la escollera de terribles piedras donde
el mar estalla.
Vienes de muy lejos como la sangre,
tu amor seduce ciertas almas,
giran en el viento,
asumen el temblor del cangrejo acosado en su cueva.
Tu tesoro son conchillas trizadas y tu leche es árida
como hueso. Despojos
de la sístole y la diástole del salvaje corazón marino.
Sedienta del agua que te castiga brilla como un incendio
el oro de tus caderas de odalisca.
Tumba o promesa de grandes placeres de la
intemperie, pero tan pérfidamente seductora
para que alguien, sobre tu superficie, reverberante y
unánime,
escriba con un dedo la palabra "adiós" y un nombre que
se borra.
LAS NUBES NO RETORNAN
La memoria de la ola
flota dispersa en la costa baldía.
escucha ahora, vagabundo acechante, entre el vino
descolorido y la noche.
¿Y quién puede dormir?
El zumbido no cesa en el salón de las moscas.
La memoria de la ola,
la memoria del amor
te confiesa que nunca te susurró al oído su verdad.
Sólo el rumor del puerto,
pies que se alejan pisando sobre conchillas,
el lugar es oscuro
y alguien me sopla su aliento en la cara
o sólo el rudo olor del mar.
El lugar ha desaparecido.
nada más que esa gente alrededor de la olla
donde algo se cocina lentamente.
Inútil que tiendas tu plano,
los invitados esperan el momento del festín,
unas mujeres ponen la mesa
en el fondo de la inundación,
otras ajustan la clavija en el cráneo.
La memoria de la ola:
el blanco esqueleto del pez
junto a la barca abandonada.
Lo que trae, lo que lleva,
lo que no llegó nunca.
(De "El ala de la gaviota")
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