jueves, 24 de julio de 2014

ENRIQUE MOLINA. DE OTRA RIBERA


DE OTRA RIBERA

También aquella mujer gimió de gozo –yacía
como un proceso de fuego sobre las sábanas del pasado–
y dirigida hacia el más profundo centro de la muerte
la flecha sensual de su carne también he oído
resonar su voz en la casa día y noche en la avidez de mis órganos
como la temperatura fatal
de un salvaje jardín en el que amaba extraviarme cubierto de flores enormes que articulaban un idioma ininteligible y cotidiano
en torno a la gran ola blanca de tu cuerpo
Y del tañido de sus pisadas sobre un mundo recubierto de piedras
y de tantos años
y del elástico animal de su risa
en el desordenado dormitorio donde se practicaban
las más letárgicas costumbres todo el horizonte
reducido a esa cabellera esparcida
y de su increíble presencia
de la mansa corriente de su belleza entre los meandros de la cocina
de todos los movimientos de la pasión y del olvido
queda sólo un tatuaje indescifrable
una ola
una garra aferrada al cuello

Porque tal es mi naturaleza
Oh y ahora
puedo elegirlo todo: un dios por ejemplo
un vicio una bala
Todo menos yo mismo
en mi vertiginosa plenitud
menos ella
menos los grandes ajíes rojos de besarla
menos mi cuerpo que se escurre como una alimaña hacia los paraísos de la frustración
Oh la dama de la cafetera matinal la dama del cálido trozo de carne asada y de las rosas
que nunca resucitan...
Pero aunque se hunda
seguirá para mí entre los erizos ¡es mía!
Aunque nada pueda adorar salvo extrañas mutaciones
regiones secretas engendradas por el viento

Extraño y adorable lugar lleno de farsas y de plumas



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