viernes, 18 de julio de 2014

ENRIQUE MOLINA. SALIR DE LA PENUMBRA


SALIR DE LA PENUMBRA

A qué pensar en un oscuro bosque
donde el crepúsculo reina tristemente como un monarca umbrío:
donde el viento entreteje las lloviznas de Marzo;
y los hurones danzan sobre las últimas hojas,
junto a algunas cabezas queridas–
cuando las lianas crecen sobre las tumbas solitarias.

¿A qué hablar de retornos...? No levantes las piedras.
No violes los ocultos recuerdos.
¿A qué hablar con las bujías del remoto albergue,
con sus lechos que el soplo del ocaso ha invadido...?
Allí están las maduras casuarinas y el derrumbado cielo.
Allí penden todavía los amables sueños,
apenas si una lágrima empaña sus áureas mentiras--
y luego, los exangües retratos, el brumoso lugar de nacimiento y más lejos aún, la sombra de tus
padres.
Entonces ¿a qué el hastío que relatan los viejos amigos...?
Aquellos que llegan diciendo: “Estamos muertos hace tantos años...”

¿Qué importa el diurno decaer, la avecilla que agoniza en tus manos...?
Juntos estamos. La noche arroja, lerda, tu cabeza en mi hombo,
y borra una vez más nuestras recientes huellas,
los páĺidos fracasos, el llanto de la luz...,
el leve roce de las cosas, pequeñas como sus nombres;
la vana vida que huye y sin embargo es fiel.

Y nosotros, en estos desterrados paraísos,
entre estos pechos de estériles designios,
juntos y amantes, cerrar los ojos y pensar:
Allá lejos, allá lejos, ya todo ha sucedido...”

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