LA ESTRELLA POLAR
Esa mujer que fuiste con tu carne
dorada
Cuyos cabellos aparta el tiempo para
descifrar su misterio
–Bella Durmiente– se irisa con
la linterna donde arden las lágrimas
Su cabeza apoyada en una canción
Abandonada a las hierbas del cielo
Amor mío
Tornasolada de eternidad en tu
prisión de naufragio
Donde tus vestiduras desiertas se
deshacen
Y caen en sal de invierno
indiferente
Caen en alas rotas a tus pies
Las manos en cuya caricia
Vertió la tierra un vino de ternura
Y la antigua morada de los besos
La habitación a modo de cuerpos que
se estrechan
Quedan de pronto inmóviles a través
del olvido
En el museo de cera donde reina la
estatua del amor sin límites
Hecha en miradas que se desvanecen
Hecha en el aire de los días más
bellos
Pálida en su castillo transparente
labrado en un témpano
Llorando un mundo muerto sobre la
nieve de las efemérides
Ahí está todo cuanto amamos
Lo que fue nuestro en una lágrima
resbalando en la seda de una sonrisa
Lo que es más mío en el infierno
Como tu brazo sobre los ojos cuando
despertabas
En la almohada de la tormenta donde
laten de nube en nube las venas de un país desconocido
O la canción lasciva que te cubría
enteramente en el palacio de la noche
Enjoyada con los brillantes de la
lujuria
Ataviada con la llama invisible
tejida de suspiros
Ahí está todo lo que amamos:
Las negras máscaras del vino
Los enigmas las despedidas las
transformaciones
Las esferas de Navidad
Con su fulgor en otro cielo como el
chaleco del Gran Maulnes en su sueño
O el caballo que pasa por un puente
lluvioso desde el fuego hasta el mar
Caballo de berlina condenada
Caballo de galope de adiós
En un camino más suave que la gran
cabellera a cuyo borde hay una casa en ruinas invadida por las
hormigas
Aunque aún brilla la lámpara
velada por la flora del salón
Entre las enormes mariposas posadas
para siempre sobre un sonriente maniquí de muerta exhalando la calma
de la profundidad
Con el cuello ceñido por la cinta
sombría cuyo extremo se pierde en una promesa
A solas en el color de la lluvia
Sobre su pedestal de alas
desesperadas ante un abismo de juventud
¡Oh
la extranjera!
La huérfana de exilio en la luz
calcinada
Refrescando sus labios con el
antiguo veneno extraído del amor
O de plumas barridas por el viento
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