EL CLAMOR DEL SILENCIO NOCTURNO
¿Pero a quién amas tú –perro de
la incertidumbre--
corazón de extravíos cubierto de
espejismos circulantes?
Todo un país se aleja con sus más
vagabundos
fantasmas carnales
entre las gracias que te aniquilan con lentitud
ella ha abierto su vestido para
revelarte
con el centelleo de su piel en un
vaho de invernáculo los mandamientos
de la insolencia total del amor
una tierra de trance el palpitar
cobrizo
de las palmeras salvajes en el fondo
de los ojos del cielo
mientras los páĺidos mosquitos
irrumpen sobre ti
con sus tentáculos en pleno verano
Y la pareja tendida en la sombra
como si nunca se hubiera movido la
noche y aún permaneciera en un dormitorio larguísimo
finalmente deshecho en medio de las
mismas maniobras
y el cáncer de fuego abajo entre
las piernas
hasta el chasquido diabólicamente
hechicero del mar
Ahora y entonces
perdura en la memoria ese
olor de tan lejos
en las orgías de la
arena
y otro lugar
y otra invariable brasa
de mi vida
y otro cuarto ascendiendo
como una inmensa burbuja hacia el despertar perezoso
hacia la inminencia de la
desnuda belleza un instante entrevista
en poder de una líquida
bestia enlazada a sus caderas y fluyendo por su médula
envuelta en nubes
bajo la ducha del hotel
Aquí los huesos retumban
hasta el último relámpago de los hechiceros
–caleta rojiza dunas y
lápidas–
donde los mosquitos
insisten
en las barbas del tiempo
–el nocturno orfeón de
insectos rivalizando con tu ser–
pues es sabido que tu
demonio abre mil ojos:
no duerme nunca
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