LOS AMANTES
Todavía aquí blancas como estepas.
¿Qué exigís de mí qué vínculo a través de los huesos...?
Semejantes a ningún sanatorio de
besos a ninguna carcaza del éxito
Sino a ese sabor de arena en los
dientes
A una ciudad de mica de panal eterno
donde dormía en cada alvéolo larvas del oro de la desdicha
Pero dotadas aún de un salvajismo
espléndido como para que la luz de mi ser no duerma en paz
Y vuestros labios azuzan
incesantemente un gran veneno de reproches
De cuchillos desenterrados que
surgen de golpe
Con un fulgor de antiguos viajes y
desavenencias del viento en las fronteras
¡Oh agraviadas!
Levantando tan lejos un tribunal de
lunas que se abandonan
Un lento entrelazarse de miembros
como si de tales fusiones se desprendiera en balde todo el hechizo de
las cosas que he rozado todos los fuegos de una riqueza adorable y
malsana
Una gota de sangre de abismo
Todavía en vuestras jaulas leonas
de la venganza rondando sin perdón
Acechantes de ojos transparentes en
una crónica de cuerpos que atraviesan los pliegues de la tierra
Y vuestro rugido de estrella sobre
el escollo vuestro jadeo entre las grietas
Del aire inmóvil
La malla sombría de una media
desciende con lentitud desde el agua abisal de los muslos en cuyos
fondos nada un dios insomne
Un zapato se desprende y cae y sin
embargo un corazón insólito sólo reclama ese eco minúsculo de
carozo entre el trueno de la distancia
Ese graznido de gaviota
Verdugas tormentosas esclavas
desplegáis de pronto vuestras alas terribles para condenarme
Ahora
Cuando de nuevo tiemblan mis venas
ante el enigma de una pisada humana
Sobre la arena de la isla
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