Situación
Una extraña ave acuática de largas patas amarillas y palmípedas, el pico
turquesa
y un manojo de plumas insertado en el cráneo cada noche
prodiga la melodía de su garganta polvorienta,
consume su pálido cirio a la espera de alguna desdicha
y baila sin prisa sobre mi esternón cuando duermo.
Baila la condenada como si zapateara sobre la tierra entera,
hasta el fin del mundo,
como si acarreara sangre en la atmósfera hacia mi angustiado corazón.
En vano profiero palabras feroces, plegarias, agito las hojas, los muros
de la casa,
el remolino de recuerdos
y los seres extraños que pasan por mis sueños
para cerrar la luz de las flores perdidas;
la muerdo, la desplumo, la azoto,
y apenas sí cae de ella una gota de sangre.
Sólo el amanecer la disipa, pero retorna nuevamente con la noche,
crispada, hambrienta, desde los despojos de la memoria, cada vez más
furiosa, a
bailar sobre mi esternón.
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